Un sucio corral. Los cisnes feos (Gadkie lébedi), Rusia, 2006. Dirección: Konstantin Lopushansky. Basada en la novela homónima de los hermanos Arkadi y Boris Strugatsky. Rusia,1965. Guión: Konstantin Lopushansky, Vyacheslav Rybakov. Elenco: Gregory Hlady, Leonid Mozgovoy, Aleksei Kortnev, Rimma Sarkisyan, Laura Lauri, Svetlana Nemirovskaya. Por Natalia Arsentieva: Profesora del Departamento de Filología Griega y de Filología Eslava de la Universidad de Granada.
La
obra culmen de los hermanos Strugatski, adaptada al cine, gracias al arte y el
ingenio de su director, conserva tanto las estéticas del texto original, a
caballo entre suspense y ciencia ficción, como la profundidad psicológica y
filosófica. La fusión de los elementos del suspense con su atmósfera de
misterio, complejidad de relaciones interpersonales, y los del género
fantástico, basados en el avance tanto científico como tecnológico, no parece
artificial. El éxito de la adaptación se debe, además, a la fidelidad de la
estructura compositiva cinematográfica a la novelesca, que se gire en torno a
la intención del protagonista de combatir el mal que parte de un antagonista
fuerte, dotado de poderes sobrenaturales.
El
orden natural de la vida en la Tierra, asociada por los autores de la obra y
del guión cinematográfico a un sucio corral del Patito feo de Andersen, se convierte en instrumento de
ensuciamiento del alma que daña a lo más puro e inocente, haciendo sufrir a las
personas de espíritu libre y con talento, como el protagonista de la historia
el escritor Banev. Su infancia en Tashlinsk, al igual que la de los demás
chicos de su edad, era toda una rutina, lujuria y ambiciones de un polluelo
arrogante. En sus obras Banev adulto denuncia este mundo como falso y perverso
y expresa el espíritu de máxima angustia que precede la crisis de la
civilización. Exiliado por disidente a otro país, divorciado y separado de su
hija de unos doce años, el héroe degrada, convirtiéndose en alcohólico.
Mientras tanto su ciudad natal está a punto de convertirse en una nueva Sodoma,
porque algunas fuerzas sobrehumanas y misteriosas habrían decidido de nuevo
castigar la tierra y limpiarla del mal producido por la humanidad degenerada.
Mandando incesante lluvia a la ciudad de Tashlinsk, arquetipo de todas las
pequeñas urbes dominadas por la ignorancia y miseria espiritual, los agentes
del segundo Diluvio, unos mutantes llamados “mokretsí” o“los húmedos”, tienen
intención de destruir la humanidad por la distorsión de sus caminos evolutivos.
Se quedará a salvo solo un grupo de niños, adoctrinados por los nuevos
redentores en el internado de superdotados, convertido por ellos en una especie
de “gurukula”, escuela de pensamiento védico. Entre los niños elegidos se
encuentra Irma, la hija del señor Banev. Al igual que sus compañeros de
internado, en la vida real, ella es ese “patito feo”de Andersen, afectada por
el mal del mundo y destinada a entrar en la comunidad de seres como ella, de
alta espiritualidad para vivir en un mundo mejor. Los salvadores son
asquerosamente feos, lo cual en el lenguaje artístico simboliza la superioridad
de la belleza espiritual sobre la belleza física. Ilusionados de despertar la
conciencia adormecida en los que todavía no son corrompidos por el mal del
mundo, los agentes del Diluvio mediante enseñanzas de la meditación abren las
mentes de sus discípulos para la ascensión interior.
A
efectos de control de conducta,
prácticas místicas y ascéticas, los niños desarrollan diversas cualidades
mágicas como la levitación, invisibilidad, lectura de la mente a distancia. En
su hermenéutica de la novela el
director de la película descubre la crítica antibudista, haciendo ver
que ver que a los niños les están convirtiendo en unos auténticos bodhisattvas ,“seres de una conciencia
despierta de la ignorancia”, de acuerdo con Tathagatagarbha,
una de las corrientes neoplatónicas del budismo, famosa por sus prácticas de
desmundialización y enseñanzas de los caminos del poder. Adquiriendo
capacidades sobrehumanas, los niños,
sin embargo, pierden los valores humanos: la bondad, la compasión, el amor,
rechazando a sus padres y prefiriendo vivir con sus nuevos gurúes. La vieja
confrontación entre los padres e hijos se globaliza, convirtiéndose en el
conflicto entre dos civilizaciones, la superior, para unos elegidos que aspiran
a desenredarse de las complejidades de la existencia material,
y la inferior, tachada de “instintiva” y “primitiva”, destinada a desaparecer.
Al
igual que en la novela de los Strugatski, en la película, en el centro de
atención está el debate filosófico entre los niños y el escritor Banev, el
cual, sin embargo, a diferencia de lo que suele ocurrir en un suspense, no
logra triunfar. Su lógica del amor palidece ante el racionalismo de los niños,
armados de la sofística. El cineasta no posee los mismos recursos que el
escritor para poner en evidencia la superioridad moral de la postura de Banev
frente al nihilismo destructivo e inhumano de los niños, pero cuenta con la
habilidad de los pequeños actores que logran transmitirlo plenamente.
El
final de la película, a pesar nuestro, decepciona por la ruptura con la lógica
de la obra original. En la novela la Tierra vieja aparece sometida al poder de
los “ángeles de la Apocalipsis” que supera a toda fuerza militar humana. Viene
reemplazada por un mundo nuevo, ideado para la felicidad paradisíaca de las
futuras generaciones. Será un futuro purificado del dolor y sufrimiento, pero
donde ya no habrá ni madres “que alivian el dolor y hacer cálido el mundo” ni padres que "juegan a la
guerra, enseñan el boxeo, y saben más que nadie”. La película ofrece un final
totalmente distinto: los militares con un gas letal acaban con los “mutantes” y
meten a los niños a una clínica psiquiátrica. Como resultado, en lugar de una
parábola filosófica que defiende los valores humanos frente a las doctrinas
místicas de esterilidad, tenemos una ordinaria sátira antitotalitaria y
antisoviética de los finales del siglo XX que denuncia habitualmente la
dictadura poststalinista.
A
pesar de este fallo, la película de Lopushanskyen su totalidad da esperanza de
que el género complejo de prosa filosófica y alegórica que cultivan los
hermanos Strugatski, degenerado en la literatura rusa contemporánea en novelas
detectivescas, sea reanimado y aliviado
por el arte cinematográfico.
Una mujer con una vida gris. La
jugadora de ajedrez (La Joueuse). Dirección: Caroline
Bottaro. Basada en la novela de Bertina Henrichs La Joueuse d'échecs.
Francia, 2009. Guión: Caroline Bottaro y Caroline Maly. Elenco: Kevin Kline,
Sandrine Bonnaire, Valérie Lagrange, Francis Renaud, Alexandra Gentil, Jennifer Beals, Dominic Gould, Didier Ferrari, Laurence Colussi. Por Lilia Boscan de Lombardi: Decana de Investigación y Postgrado y directora de Publicaciones en la Universidad Católica Cecilio Acosta de Maracaibo, Venezuela.
Además de la magnífica actuación de los protagonistas y de la excelente
fotografía, la película no es solamente la historia de la mucama Hélène que
aprende a jugar ajedrez y se convierte en una exitosa jugadora sino que es la
historia es de una mujer con una vida gris, en la que todos los días son
iguales. Es una mujer sola que no tiene el amor ni la comprensión de sus
familiares. Ese vacío, esa soledad la va a llenar el ajedrez, que en la
película, es vehículo de amor y de amistad, es el mediador entre Hélène y el
profesor.
En una de las primeras imágenes de esta película aparecen dos personas, un
hombre y una mujer jugando ajedrez en una terraza. El viento mueve levemente la
cortina blanca que separa la terraza de la habitación donde la mucama está
haciendo la limpieza. Ella los observa pero no solo mira el juego de ajedrez de
la pareja sino también el juego del amor, las miradas, las sonrisas, las
caricias, las manos entrelazadas. Ella observa la felicidad del amor de
Monsieur Kröger, profesor y escritor, y su amante; la presencia de ese amor le
hace notar la ausencia del mismo en su propia vida. Ella, Hélène, está casada
con un obrero, Ange; tiene una hija muy joven, Lisa, por la que trabajan
duramente. Hélène es mucama, arregla las habitaciones de un pequeño hotel y las
de la casa del profesor que es viudo y juega ajedrez.
La relación de los esposos es fría, la pasión ha desaparecido; el esposo
trabaja y después se reúne con los amigos y ella se ha vuelto invisible para
él. Sus intentos de seducción al esposo no le dan resultado.
Ella todos los días hace su trabajo pero cuando puede, acaricia el tablero
y las piezas de ajedrez del profesor. Cuando el esposo cumple años le hace un
regalo insólito para él: un juego de ajedrez, como si la magia y el erotismo
estuvieran implícitos en el juego de ajedrez.
Un día se decide a pedirle al profesor que la enseñe a jugar. De la
sorpresa y la negativa inicial se pasa a la aceptación. Las clases se fijan los
días martes en la tarde. La imagen inicial de la película se repite pero con
otras figuras femeninas. Una vez más el ajedrez es el mediador, el vinculo de
acercamiento que propicia una amistad cada vez más intensa. La amante anterior
es sustituida por la mucama que inconscientemente quiere parecerse a aquella
mujer joven, bella y elegante capaz de inspirar una gran pasión. Hélène empieza
a cuidar su imagen, se corta el cabello y se viste mejor. Inconscientemente
desea seducirlo. Una copa de vino, sonrisas y hasta un beso son indicios de esa
intención. El ajedrez actúa como un elemento mágico de seducción también para
el esposo, quien al descubrir la nueva afición de su mujer, se llena de celos,
la mira diferente y renace la pasión. Lisa, la hija quinceañera, que hasta ese
momento había sido hostil y rebelde, se acerca a la madre con un nuevo
sentimiento de admiración y cariño y lo más importante es que Hélène se ha
emancipado y se ha realizado como una mujer exitosa que ha encontrado, gracias
al ajedrez, no solo una actividad que la hace feliz sino que ha recuperado el
amor y la unión de su familia.
El
pasado que vuelve: La muerte y la
doncella (Death and the Maiden). Dirección: Roman Polanski. Basada en el texto dramático homónimo
de Ariel Dorfman. Reino Unido, Estados Unidos, Francia, 1994. Guión: Rafael
Yglesias, Ariel Dorfman. Elenco:
Sigourney Weaver, Ben Kingsley, Stuart Wilson, Karen Strassman, Carlos Moreno, Krystia Mova. Por Estefanía Di Meglio:
Licenciada en Letras, UNMdP.
¿Cómo
hacer frente al pasado cuando se trata de un territorio minado por el trauma? ¿En
qué términos enfrentarse a él mientras parezca no haber forma de reparación?
¿De qué manera afrontar un pasado que siempre será presente? El horror, la
tortura, la muerte, lo innominable son rasgos de un pasado dictatorial que
perviven en un presente fracturado por la intensidad inefable del trauma
histórico e individual, universos en los que explora La muerte y la doncella.
Paulina
Lorca, opositora a un régimen militar que la convirtió en víctima, deberá
plantarse frente a ese pasado al que frecuentemente ha ocultado, aún en contra
de sí misma, en un acto por demudar su propia identidad y a fuerza de intentar
suturar el trauma. La película transcurre, como reza el rótulo inicial, “en un
país indeterminado de Sudamérica, después de la caída de la dictadura”. Ya
desde el inicio, la negación de un anclaje territorial más específico (libertad
que brinda ya el texto literario) da cuenta de una voluntad de escapar a una
reconstrucción histórica o documental, en cuanto que la mirada está enfocada en
las marcas, huellas y heridas que han provocado unos hechos en una subjetividad
presa del horror. A la aparente sencillez de la trama –en cuanto a lo
secuencial y espacial- se le contraponen vivamente las tensiones internas e
intersubjetivas que denotan los personajes. Como en los fragmentos de “La
muerte y la doncella” de Schubert que suenan de diferentes maneras durante el
film y lo recorren de principio a fin, la tensión atraviesa historia y
personajes.
En
una noche de tormenta, Paulina espera a su marido en la casa que ambos tienen
en la soledad de la playa. La radio que se oye de fondo informa, entre otras
noticias, la formación de una comisión investigadora de las violaciones de los
derechos humanos, encargada de indagar sobre los asesinatos y torturas cometidos
entre 1975 y 1980 bajo el régimen militar. Quien la presidirá no es otro que al
abogado Gerardo Escobar, esposo de Paulina. Poco más tarde de que ella se
entere de tal noticia, que la toma por sorpresa puesto que su marido no le ha
comentado nada al respecto, la llegada de un automóvil que no conoce la pone en
alerta. Luego, comprende que es su esposo que ha arribado, quien debió recurrir
a la asistencia de un desconocido a los efectos de llegar a su hogar en medio
de las condiciones climáticas adversas. Paulina manifiesta una actitud huraña
hacia su marido, cuestionándolo luego por la noticia que le ha ocultado, en
tanto que, tal como ha sucedido en la realidad empírica en diversos países, se
percibe la formación de una comisión investigadora como un modo de
encubrimiento. Finalmente, parecen acordar sobre la labor que él desempeñará.
Es
cerca de la medianoche y alguien toca la puerta. No sin temor, Gerardo se
dirige hacia allí mientras Paulina espera en la habitación. Quien llamó es el
hombre que lo ha llevado hasta su casa horas antes, el Doctor Roberto Miranda.
Ha regresado al lugar a los fines de devolver a Gerardo algo que ha olvidado en
su vehículo. Él lo invita a pasar como forma de agradecimiento y, mientras
dialogan, Paulina escucha atentamente detrás de la puerta. Más adelante, cuando
Miranda duerma en el sillón, la mujer procederá a atarlo y amordazarlo. El
motivo es el siguiente: al escuchar su voz, lo ha reconocido como uno de sus
torturadores durante el tiempo que pasó en cautiverio en los años de dictadura.
Su objetivo se dirige a que Miranda declare en una especie de juicio
improvisado y que confiese que ha participado en las torturas en calidad de
médico colaboracionista. La negativa del hombre a declarar y a ratificar los
delitos se mantiene casi hasta el final.
El
argumento continúa, pero la importancia e intensidad de los hechos no logra
opacar, sino que al contrario, potencia los sentimientos, sensaciones y
secuencias del régimen militar que se actualizan, de diversa manera y con
diferente valor, en cada uno de los personajes. El pasado se hace presente y
Paulina no solamente debe enfrentarse a su torturador, sino también a esa etapa
de su vida y a su marido. Frases, diálogos y situaciones que tan sólo aluden a
la vida en dictadura se presentan como indicios de escenas cotidianas en medio
del régimen de facto, así como del trauma que signa e interrumpe la vida
presente de quien lo ha padecido en su cuerpo: desde los “interrogatorios” que
Gerardo hace a su mujer hasta la irrupción de un desconocido en su hogar en
medio de la noche son marcas que funcionan como alusiones y modos de evocar
rasgos específicos de la cotidianeidad inminente de aquella época. Aromas y
perfumes, sonidos, oraciones pronunciadas por su torturador, sensaciones en el cuerpo
y en la mente se vivifican en Paulina como testigos casi mudos de un pasado que
se resiste a desaparecer. A propósito de esto, “La muerte y la doncella”, cuya
ejecución abre y cierra el film, es la música que el médico hacía sonar durante
y luego de las torturas, razón por la cual, desde aquel momento, Paulina no
puede soportar esos acordes. Funciona en este sentido como metáfora de los
modos en que los sonidos y sus percepciones se vinculan al recuerdo. En este
punto la película pone además en escena el desarrollo de mecanismos de
percepción alternativos ante la oclusión de la visión durante el secuestro. El
descrédito que Gerardo- marido de Paulina pero también antiguo compañero en la
militancia- manifiesta ante estas pruebas, a las que considera insuficientes e
infundadas, parece reduplicar el imperativo de silencio impuesto durante el
régimen autoritario.
Con
la coexistencia de la mirada de la víctima y del victimario, del tiempo pasado
y del presente, la película revisa ciertas cuestiones que tuvieron asidero en
las sociedades postdictatoriales en el tiempo inmediato a la recuperación de la
democracia, las cuales, si bien a nivel global no negaban que hubieran existido
violaciones a los derechos humanos, sí mostraban descrédito ante ciertos
testimonios o simplemente no estaban capacitadas para la escucha. Lo que
Gerardo sabe sobre el secuestro de Paulina es, en efecto, tan sólo una mínima
fracción de lo que ha sufrido su mujer. Ella confiesa así haber silenciado
parte de su historia, como si se tratara de una autocensura, alegando ante su
marido la incapacidad de éste para escuchar y conocer lo sucedido. En esta
dirección, al igual que antes lo había hecho el régimen castrense, ahora las
sociedades democráticas obligaban a ciertas formas de silencio.
Así
como la piel de Paulina se deja ver marcada por cicatrices de la tortura,
testimonios de las heridas que sellan el cuerpo como territorio sobre el que se
ejerce el poder autoritario, su subjetividad se muestra como un espacio
tensionado por las huellas del pasado y por las miradas condenatorias del
presente. La dimensión subjetiva subsume todo intento historicista, por lo que
el texto subordina los hechos a las vivencias, los acontecimientos a las
experiencias, en el afán de explorar subjetividades e indagar en su
comportamiento ante las consecuencias del trauma que fractura el tiempo vivido
entre un pasado y un presente, pero que, simultáneamente, impide deslindar esas
categorías temporales en tanto que ese pasado signado por el horror deja su
huella permanente en la vida presente.
Hound
Dog y el baile poseído. Entrenamiento Elemental para actores.
Dirección: Martín Rejtman y Federico León. Argentina, 2009. Guión: Martín
Rejtman y Federico León. Elenco: Fabián Arenillas, Carlos Portaluppi, Ulises Bercovich, Luca Damperat, Matías Delgado Rizzi, Paula Egdechman, Melanie Guignant, Agustín Prieto, Milena Psevosnik, Lourdes Reynoso. Por Flavia Garione: Estudiante de Letras (Universidad Nacional de Mar del
Plata).
1
En el marco del congreso Cuestiones Críticas
2013, en Rosario, se presentó Entrenamiento
Elemental para actores (2009) de Martín Rejtman y Federico León. La
película se pasó en una sala de Parque España después de una charla de Tamara
Kamenszain y Sylvia Molloy. Ellas habían llenado la sala. Cuando terminó, la
gente se empezó a ir en masa. En ese entretiempo, fuimos a buscar café con unos
amigos. Cuando llegamos a la puerta, Rejtman y León conversaban en una mesita
que estaba al aire libre. Nos sentamos en una mesita al lado. Me pareció un
poco extraña esa situación. No sé por qué, pero siempre es raro ver
personalmente al escritor que nos gusta. Se mezcla una sensación de curiosidad,
pero también de nerviosismo. Cuando nos levantamos para entrar, León y Rejtman
se pararon y nos dijeron que no podíamos entrar con café a la sala.
2
Entrenamiento
elemental para actores es una
apuesta a la enseñanza experimental. Está a mitad de camino, entre el
documental y la obra de teatro vista por un observador. En la película se
diagrama –a medida que la vamos viendo- una teoría propia, original,
disruptiva. Sergio (Fabián Arenillas) encarna este proceso de enseñanza
que va a contramano de cualquier discurso pedagógico. La película pareciera
preguntarse: ¿Qué es enseñar? ¿De qué modos –fuera de los lugares comunes- se
puede aprender?
Desde
el comienzo se plantea una relación inédita e igualitaria con los alumnos, que
tienen entre 8 y 10 años. Sin embargo, no se los trata como niños, sino como
actores. Es una relación seria, de trabajo, a veces violenta, que no deja de
sorprendernos. Entrenamiento elemental
para actores ataca la falsedad de la maestra jardinera, esa subestimación
absurda que impone límites entre lo que puede ser enseñado y lo que no. Sergio,
por ejemplo, les explica a sus alumnos que para filmar Ladrón de Bicicleta de Vittorio de Sica, al protagonista de seis
años le aprietan la mano hasta arrancarle lágrimas o le muestran una torta
detrás de cámara, termina por decir: “Muy parecido al trabajo de un domador. La
famosa zanahoria del burro, el perro de Pavlov, el estímulo condicionado”. Los
chicos escuchan esto atentamente como si no quisieran perder un segundo, se
muestran sorprendidos. De modo profético, también dice: “Tenemos que entrenar
una mirada externa sobre nosotros mismos”.
Casi
toda la película transcurre en una sala –caja negra- en donde los alumnos
realizan distintos ejercicios. Sergio cita ejemplos de películas, argumenta
acerca de distintos tipos de comportamientos: “En El mono desnudo Desmond Morris establece relaciones entre comportamientos
actuales del ser humano y comportamientos de los primates. Por ejemplo, la risa
significa “Está todo bien” pero al mismo tiempo “Te puedo comer”. Por eso en la
risa se exhiben los dientes”. Después de decir esto –en una de las mejores
escenas de la película- Sergio hace pasar a Matías al frente. Matías tiene
aparatos de ortodoncia (por eso nunca se ríe). Está muy nervioso. Sergio pone
en un grabador Hound Dog de Elvis
Presley y dice: “Dale Mati, movete. De a poco Matías empieza a esbozar unos
pasos tímidos que se convierten en un baile con movimientos cada vez más
extrovertidos. Matías sonríe mientras baila, se le ven los aparatos de
ortodoncia (…) Baila como un poseído”.
Un
poco más adelante, Sofía, una nena muy estimulada por sus padres y que ha estado
estudiando actuación desde los tres años, desea ingresar al grupo de teatro.
Sergio la mira directamente a la cara y le dice en tono serio: “¿Por qué querés
entrar acá? ¿Quién te recomendó que vengas?”. El grupo de teatro de Sergio es
de avanzada, no hay una muestra de fin de año, todos los ejercicios son a
puertas cerradas. De esta manera los padres y su regocijo egoísta quedan fuera.
Ya no funciona ese intento efectista que ponen en práctica algunos docentes, el
de mostrarle a los padres el avance de sus hijos, el resultado inmediato.
Sergio dice: “Hay que desprenderse de todo lo que sabemos”. En otro de los
ejercicios, Sofía personifica a una vieja italiana. Sofía realiza la escena a
la perfección. Sergio le dice: “Sofi, ¿Venís a confirmar lo que ya sabés y lo
que ya sabemos todos? ¿Para eso venís a las clases? (…). Muchas veces hay una
risa idiota a priori. El público también sobreactúa. La sobreactuación del
público es el peor enemigo del arte”.
3
Entrenamiento
elemental para actores, dice
Cecilia Sosa en el libro que lleva el mismo nombre y que editó La Bestia
Equilatera, parecería surgir del designio fatal de la cultura oficial
argentina. En el año 2008, en canal 7, un grupo de productores con Claudio
Morgado a la cabeza, tuvo una idea profética: convocar duplas de directores de
teatro y de cine para armar un trabajo conjunto en televisión. Se formaron
trece duplas: Albertina Carri y Cristina Banegas; Adrián Caetano y José María
Muscari; Rodrigo Moreno y Vivi Tellas; Gustavo Postiglione y Norman Briski;
Federico León y Martín Rejtman, entre otros. Todas las producciones salieron al
aire menos una. En la entrevista que se adosa al final del libro, Rejtman
cuenta: “Cuando empezamos a conocer el canal y a ver como funcionaba, nos
preguntamos si era posible hacer esta película ahí o si teníamos que probar
otra cosa (…) A veces sentíamos que había algo de conspiración, que estaban
esperando que todo saliera mal”.
4
Alan Pauls dice en el prólogo del libro:
“Sergio pregona una pedagogía actoral de punta, radical, alérgica a los
estereotipos, hostil a toda forma de populismo (el de los padres de los chicos
en primer lugar, pero también el del público y el del show Business, con sus
fastos de fama y fortuna). Es también cierto que la película se sigue conectando
con Rapado, Silvia Prieto, y Los Guantes Mágicos -Arenillas antes músico
fracasado y especulador financiero, ahora profesor de teatro-. En una misma
línea, Rejtman sigue fiel a la poética que inauguró en los 90: los diálogos
descarnados, la soledad de sus
personajes, la comunicación imposible. Una escena fundamental de Entrenamiento nos remite a eso. En una
de las clases, Sergio trae un video. En la grabación, Sergio duerme en un auto
a plena luz del día, camina por el microcentro con cara de preocupación, sube a
un taxi con una birome en la boca, hace pogo de modo descontrolado en una
fiesta. Mientras los chicos ven el video, ya casi al final, él dice: “Es bueno
que me puedan ver fuera de las clases, en mi vida cotidiana”. De esta manera se
terminan las sacralizaciones, la psicopedaogía, y los congresos
multitudinarios. También es verdad que con profesores como Sergio el mundo
sería un poco mejor.
Reconocimiento
y distancia. Tiempo de Silencio. Dirección: Vicente Aranda. Basada en la
novela homónima (1962) de Luis Martín Santos. España, 1986. Guión: Vicente
Aranda y Antonio Rabinad. Elenco:
Imanol Arias, Victoria
Abril, Charo López, Francisco Rabal, Joaquín Hinojosa, Juan Echanove, Francisco
Algora, Diana Peñalver, Queta Claver, Margarita Calahorra. Por Facundo Giménez,
profesor en Letras (UNdMdP).
Mi
intención no es hablar del cine de la reapertura democrática en España, menos
aún plantear una crítica de sus formas de narrar el periodo franquista. Por el
contrario quisiera detenerme en un aspecto de la transposición de la novela
Martín Santos, Tiempo de Silencio (1962),
hecha al cine, con el mismo título (1986), por el cineasta catalán Vicente
Aranda.
La
película Tiempo de Silencio fue
estrenada en pleno proceso de apertura de una España posfranquista con un
medido éxito y alcanzó premios a nivel nacional, entre los cuales se destaca el
recibido por Victoria Abril, en el
festival Goya, por su interpretación del personaje de Dorita (1987). Propio del
momento histórico en que se filma, la película se concentra en la sexualidad de
los personajes, se esfuerza en mostrar
algún que otro desnudo y no escamotea en la figuración violenta de ciertos tipos. Argumentalmente
la película le resulta fiel a la novela de Martín Santos: nos cuenta la
historia de un joven científico español que vive en una Madrid de la posguerra
reciente y que accidentalmente se ve involucrado con el bajo mundo de las
chabolas. La película se esfuerza por seguir el itinerario que plantea el
libro: muestra el mundo de la clase baja, su brutalidad, su violencia e
ignorancia, el mundo refinado y estéril de las altas burguesías madrileñas, el
desolador panorama de la ciencia española.
La
fidelidad que se propone el director en su adaptación se ciñe a un rigor
episódico: le preocupa la historia. Con una prolijidad extraña, repite imágenes
de la novela, reproduce diálogos textualmente, sigue el hilo que había dejado
Martín Santos. Es como si al adaptar el guión se hubiese propuesto dibujar un
mapa, un recorrido, una forma más o menos hueca donde depositar la mirada.
Engañosa fidelidad, la de este dibujo que nos muestra el camino de la novela,
para quien no la hubiera leído. La estructura de la película, entonces, calco o
espejo de la novela, es tradicional y su resultado merodea el naturalismo y el
cine histórico, alejándose de cualquier propuesta de tesis o experimental.
La
elección establecida por Aranda, en este sentido, implica una distancia. Rica
paradoja, en este tipo de transposiciones: mientras más se esmera en acercarse
fielmente a la novela, más se
aleja. Es que si bien el texto poseía
una estructura tradicional sin demasiados vaivenes ni excentricidades, era en el campo del lenguaje, en la
articulación de una lengua extrañada, donde
se encontraba el impacto de la novela, su peso político. Martín Santos
entendía que era necesario desarmar las mitologías, el lenguaje natural, las
estructuras de un régimen anquilosado y encontró en la mirada atormentada del
protagonista de la novela un espacio fértil para volver extraño un pasado
común. Alfonso Rey, crítico especializado en la producción del novelista, opina
al respecto: "el centro de interés de Tiempo
de Silencio no está en los sucesos, sino en los ambientes, lo que la
convierte en una novela de espacio, en una triple dimensión: social (las clases
sociales de Madrid), histórica (el pasado español y cultural) y cultural
diversas teorías e interpretaciones)".
En este sentido, la noción de
"ambiente" en la novela se opera en el plano de la experimentación de
los límites del lenguaje, una batería de recursos, homenajes y neologismos
amenazan la legibilidad del texto todo el tiempo.
Uno
de los aspectos más interesantes de la novela y novedoso en la narrativa
española, es que expone una multiplicidad de voces diversas y muchas veces
contradictorias entre sí. Frente a ese material tan rico, la escucha crítica es
la actitud lectora que espera Martín Santos. Avasallante, la magnitud y el
contraste en el que nos sumerge produce
recorridos distintos a los que el argumento nos muestra. De palabras está hecha
esta historia y no de hechos. La realidad histórica, crece y se reproduce en
los discursos del lugar común y releerlos implica desarticular su
proliferación. Oír la repetición, la repercusión, el eco de los hechos, implica
como efecto de lectura el extrañamiento, una forma sórdida del absurdo.
La
película, en cambio, cumple un rol conciliador con la temida dificultad de la
novela, la traduce. Como esas ilustraciones escolares de la anatomía
humana, nos muestra minuciosamente cada
una de las partes pero no llegamos a entender bien del todo cómo funciona eso en realidad. Ese afán de
comunicabilidad posiblemente se deba al periodo histórico en el que se inscribe
el film: criticar al franquismo durante el franquismo no es lo mismo que hacerlo
después.
Más
allá del momento político, con sus libertades y urgencias, las dos obras
recorren caminos distintos. Más interesado en narrar, con claridad, una
anécdota, el film parece retratar con rigor histórico la decadencia de la
posguerra española y su resultado, imaginamos, es consolador, prolijo,
lejano, pertenecientea la intuición,
como diría Borges, de un pasado
ilusorio. La novela, en cambio, es revulsiva, extraña, difícil de transitar,
bombardeada de discursos distintos a la lengua del régimen y, por sobre todos
estos aspectos, intranquilizadora, porque sus lectores contemporáneos
reconocían el poder de un régimen que parecía eterno.
En
todo caso, el film de Aranda se reviste de un aire de homenaje y nos presenta
un signo cultural de la resistencia antifranquista. Siguiendo el trazado y la
consistencia de su carrera cinematográfica debe elegir un elemento lateral de
obra, el argumento, y lo que produce en los espectadores es una mezcla de
reconocimiento y distancia. Si Martín Santos lee con urgencia el pasado, Aranda lo vislumbra y reconoce
como parte de ese pasado a Tiempo de
Silencio.
Una mirada femenina de un cuento masculino. Un Amor. Dirección: Paula Hernández.
Basada en el cuento “Un amor para toda la vida” de Sergio Bizzio: Argentina, 2011.
Guión: Leonel D’Agostino, Paula Hernández. Elenco: Diego Peretti, Luis
Ziembrowski, Elena Roger, Alan Daicz, Denise Groesman, Agustín Pardella. Por Carolyn Levine, estudiante del último
año en la Universidad de Kenyon (EE UU).
En
2012, Paula Hernández llevó al cine el cuento “Un amor para toda la vida”de
Sergio Bizzio, escrito en 2004. La película es la tercera transposición a la
pantalla de obras literarias de Sergio Bizzio (después del cuento “Cinismo,”
trasladado como XXY por Lucía Puenzo,
y de la adaptación de Rabia hecha por
Sebastián Cordero) y el tercer largometraje de Paula Hernández. El film Un amor trata sobre tres amigos (dos
chicos y una chica) quienes viven en los años setenta en un pueblo, Ramallo, en
Argentina. La transposición de Hernández no cambia los puntos principales en la
historia, pero su interpretación, su mirada femenina y el cambio del narrador,
agrega un tono melodramático al cuento original. Aunque el cuento trata sobre
el proceso de madurez, a causa y a través del enamoramiento, la directora se
enfoca más en el triángulo amoroso que se establece entre los tres amigos que
en su transición hacia la adultez. Hernández interpreta esta historia de
adolescencia como un cuento de amor incontenible para demostrar la influencia causal,
particularmente en el caso de Lisa, del pasado en el presente.
El
cambio de foco, de los chicos a Lisa, en la película demuestra cómo la mirada
femenina de la directora nos revela la subjetividad de este personaje. La
película empieza con un plano de Lisa saliendo del hospital. Ella mira a una
niña que está pasando, y la escena da lugar a este momento sin diálogo ni voz
en off. Así queda flotando en el aire
cierta melancolía y cierta sensación de imposibilidad, como si Lisa nunca
pudiera llegar a tener esta relación con una niña, no pudiera ser madre y parir
una hija… tal vez porque ella no es
fértil. El ambiente que este momento crea es de tristeza y nostalgia por algo
que nunca sucederá. A partir de este punto, el principio de la película, la
audiencia entiende que esta escena va a crear una acción en cadena hacia el
pasado y que el argumento de la película se desarrollará retrospectivamente. De
este modo, es la perspectiva de Lisa la que construye la historia y ya no la de
Bruno como en el cuento. Este cambio de enfoque tiene un nivel de intimidad que
nos muestra la influencia de la directora y su perspectiva femenina. La
infertilidad de una mujer y la maternidad es un tema que demanda una mirada
profunda que, si bien es posible desde un hombre, logra más sutileza y
carnalidad desde una mujer. El cambio sugiere que hay cosas que el autor
masculino “no puede entender” en las decisiones de Lisa, y por eso, Hernández
explora este camino usando sus características personales como una directora y,
al mismo tiempo, como una mujer (no olvidemos que en el cine argentino
contemporáneo sobresalen excepcionales directoras, entre las que se encuentra
Hernández; nos referimos a Lucrecia Martel, Albertina Carri, Sandra Gugliotta,
Celina Murga, Laura Citarella, Lucía Puenzo, Lucía Cedrón, entre otras).
El
cambio del narrador influye en el sentido de la historia e impone un tono
melodramático. En la versión original de Bizzio, el narrador es Bruno, el amigo
de Lalo y un amor de Lisa. Su perspectiva deriva del presente, cuando él tiene
mucha más madurez y satisfacción. Él ha aceptado su vida y el cuento es un
camino de su memoria, un tanto limitada y llena de fantasía. Por ejemplo, al
final del cuento, hay un momento cuando Bruno observa a Lisa y piensa:
“Confieso que en varias ocasiones (durante la noche anterior, en casa) estuve
tentado de preguntarle a Lisa si había sido yo el primer hombre que se acostó
con ella. Pero no lo hice. Imagino ahora que se hubiera reído al oír mi
pregunta y que hubiera dicho ‘Estaba
segura de que te habías pasado la vida pensando en eso’” (179). Bruno
entiende que su relación amorosa con Lisa ha terminado cuando eran jóvenes, y
esta parte nos revela que lo acepta como una parte de su vida ya concluida. De
esta manera, Bruno distingue las características de su personalidad y emociones
del pasado y del presente, y se proyecta hacia el futuro. Por el contrario, la
película salta entre el pasado y el presente (esas son las dos temporalidades
del relato fílmico), sin ninguna referencia al futuro. En el film no hay un
narrador fuera de esa dialéctica pasado-futuro, y cada situación se sucede sin
un comentario externo; mientras en el cuento el narrador logra escapar de esa
dialéctica y se proyecta en el futuro. El tono melodramático en la película deriva
de las emociones ideales (sin una perspectiva retrospectiva y cohibida) que
esta distinción temporal causa. En vez de un cuento construido con prudencia y
distancia, la película establece dos temporalidades a punto de chocarse.
Al
final de la película se clarifica el efecto de este uso del tono melodramático
y la mirada femenina de la directora. En este momento, cuando los tres amigos
comparten una bebida antes de separarse, los dos hombres están afuera del bar
en Ramallo, y Lisa está adentro, observando. Ella presta atención a los dos,
quienes se están reconectando después de muchos años, y ella está a punto de
salir del pueblo. Otra vez, Hernández eligió enfocarse en ella, quien
simplemente se va en el cuento, sin otro pensamiento ni indicación de su motivo
para salir. Hernández muestra el momento antes de salir, cuando ella siente la
frustración de la imposibilidad de tener lo que ambos hombres tienen: una
familia. Durante la noche en el bar, ambos hombres charlan sobre sus hijos y
vidas sedentarias mientras que Lisa charla sobre sus aventuras en soledad. Este
momento de separación física, con un panel de vidrio entre los chicos y Lisa,
representa un momento de separación metafórica porque ella se da cuenta de que
vive una vida completamente distinta de ellos. Su separación y observación nos
revelan que aunque sus aventuras son muy lindas, ella preferiría tener lo que
ellos tienen. La primera escena demostró esto y el final de la película sugiere
su deseo e intención de tratar de cambiar.
Mientras
que Bizzio no revela mucho sobre el hecho que es Lisa quien encuentra a los
otros y es ella quien está sola casi toda la historia (sin sus amigos ni una
familia), Hernández nos presenta una perspectiva distinta que, al centrar su
atención en Lisa, nos permite ver que, en realidad, ella es, de los tres
amigos, quien está perdida. Si bien el tema de la madurez aparece en la
película es sólo en tanto resultado: ellos ya tienen familias y amor en sus
vidas. La mirada de Hernández y su tono melodramático investigan el problema
ignorado: la conducta y el sufrimiento escondido de Lisa. El cuento usa a Lisa
como un instrumento para explorar la madurez de los chicos, mientras que la
película la trata no como un objeto, sino como un personaje central y una
representación de una mujer a la deriva.
La
mirada paródica en Hamlet Goes Business (Hamlet liikemaailmassa). Dirección: Aki Kaurismaki. Basada en la
tragedia Hamlet de William
Shakespeare. Finlandia, 1987. Guión: Aki Kaurismaki. Elenco: Pirkka-Pekka
Petelius, Esko Salminen, Kati Outinen, Elina Salo, Esko Nikkari, Kari Väänänen,
Puntti Valtonen, Mari Rantasila, Tauro Pajala, Aake Kalliala, Pentti Auer,
Matti Pellonpää, Vesa Mäkelä. Por: Carmela Marrero Castro: Profesora de
Literatura, estudiante avanzada de la Maestría en Estudios de Cine y Teatro
Argentino y Latinoamericano de la Universidad de Buenos Aires.
Hamlet es
una obra paradigmática dentro del canon occidental, y como tal, es una de las
obras más visitadas y conocidas, incluso por aquellos que nunca la han leído.
Las numerosas textualidades que rodean el clásico shakespeariano son
apropiaciones que, ya sea en tono solemne o paródico, lo actualizan en
diferentes contextos proponiendo nuevas lecturas y perpetuando su presencia en
la sociedad. La relectura que Aki Kaurismaki propone en Hamlet Goes Business reinventa el clásico shakespeariano
trasladando la acción y los personajes a un nuevo contexto espacio-temporal
-Helsinki en la segunda mitad del siglo XX- y parodiando el texto original.
En
líneas generales, el film respeta la acción dramática original y por eso, dos
son los ejes que organizan la trama: la traición y la venganza. Un importante
empresario es asesinado. En principio creemos que por su hermano Klaus, quien
además de asumir la dirección de la compañía también se casará con
Gertrudis –su cuñada y amante-. El
fantasma del empresario le pide a su hijo, Hamlet, que vengue el asesinato. Se
desata la lucha de Klaus por matar a Hamlet y eliminar todos los obstáculos
frente a su poder, y al mismo tiempo, la pelea de Hamlet por vengar a su
padre. Esta batalla tendrá como
consecuencia una sucesión de asesinatos que terminarán con la vida de Polonio,
Gertrudis, Rosencrantz, Guildenstern,
Klaus, Laertes, Hamlet y también, el suicidio de Ofelia –en la bañera y
con barbitúricos-. De la misma manera que en Hamlet de Shakespeare, es la venganza y la ambición lo que motiva
esta sucesión de homicidios y muertes. Según Harold Bloom “Shakespeare es el
inventor y el gran revisionista de la tragedia de venganza” (419) y
podríamos pensar lo mismo de la
transposición que realiza Kaurismaki si no fuera por la confesión final de
Hamlet. En la última escena le revela a Simo, su empleado, que él es el verdadero
asesino de su padre y que “el ansia de poder de Klaus era admirable, pero
básicamente él, en paz descanse, era un roedor” (1:18:16). Hamlet mató a su
padre, le venderá todo a Wallenberg –una compañía sueca- y se irá en un viaje
“tan largo como una noche” (1:18:00). Pero antes de hacerlo necesita aliviar su
alma y descansar su corazón, por eso se confiesa con Simo, y en cierta forma,
también con los espectadores.
En
la película de Kaurismaki, el cambio en las coordenadas espacio-temporales y la
construcción paródica, son, al menos dos de las posibles claves para abordar
esta particular puesta en escena. Pero también la alteración de la trama
–principalmente la confesión final que hace de Hamlet el verdadero asesino-
resignifica al texto clásico y el estatus de Hamlet como héroe, al tiempo que
reafirma la puesta en escena.
La parodia se articula en
la construcción de un personaje que subvierte el original. Hamlet es un glotón,
abusa de su poder, tiene una ambición sin límites y una mente estratega que no
se enreda en el discurrir de sus pensamientos. Pero, como toda parodia, el film
de Kaurismaki al tiempo que subvierte el texto shakesperiano, también lo
reafirma, por eso, estas características aparecen, aunque con importantes
matices, en el texto original.
El director re-construye
la obra shakesperiana haciendo evidente los lazos de poder entre los diferentes
sectores sociales, y focalizando en las características del sector más
poderoso: los dueños de la empresa, sus familias y amigos. El film retrata los
vínculos degradados de este grupo social y los contrapone con la relación entre
Simo y Helena, sus empleados. Si pensamos Hamlet
Goes Business en diálogo con otras creaciones del director comprendemos la
excepción. En sus películas Kaurismaki privilegia la representación de los
sectores más vulnerados y marginados de la sociedad, como en su “trilogía de
los perdedores” integrada por Sombras en
el paraíso (1986), Ariel (1988) y
La chica de la fábrica de cerillas
(1990). En esta relectura del clásico
shakesperiano, no solo focaliza en el sector dominante de la sociedad, sino que
además lo parodia.
El protagonista es un ser
vacío y sin escrúpulos. El abuso del poder y su ambición desmedida, son sus
principales características. En su círculo social pareciera no haber lugar para
los lazos intersubjetivos, ni con la familia, ni con sus amigos, ni con
Ophelia. Así, y en cierta medida a diferencia del Hamlet shakesperiano, el
protagonista no logra trascender su esfera individual ni reconstruir un orden
perdido, principalmente porque no logra ver al otro en tanto sujeto. El único
momento en el que busca hacerlo, y se sincera con su amigo Simo, termina en su
muerte.
La parodia del texto
clásico reinserta el héroe shakesperiano en un nuevo contexto social en el que
pareciera no haber lugar para la discursividad y la textualidad que lo
envuelve. La representación de Kaurismaki no focaliza en el alcance poético o
filosófico que tanto el texto original, como las lecturas que de él se han
realizado, generalmente recuperan. Lejos de ello, el protagonista actúa en
función de su ambición y su conciencia no se hace presente en la película.
Pero lo interesante es
que el poder no queda subsumido al sector dominante, contrario a ello y al
mejor estilo foucaultiano, el poder circula, y Hamlet morirá a manos de su
empleado quien huye junto a su novia y el perro. Como se mencionó
anteriormente, la imagen final encierra cierta idea de libertad. El perro logró
romper las cadenas, los empleados también, aunque para hacerlo el medio sea el
asesinato. La mirada compasiva de Kaurismaki hacia los sectores desplazados de
la sociedad también se hace presente en este film. Y aunque no es posible
clausurar la interpretación, porque el texto mismo se propone abierto, sí
podemos ver en la escena final, cierta idea de redención que se hará presente
en otras obras del director.
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