El Woody Allen más neoyorquino. Manhattan. Dirección:
Woody Allen. EEUU, 1979. Guión: Woody Allen y Marshall Brickman. Elenco: Woody
Allen, Diane Keaton, Mariel Hemingway, Michael Murphy, Meryl Streep, Anne
Byrne, Karen Ludwig, Michael O'Donoghue, Wallace Shawn. Por Patricia Álvarez
Sánchez: Doctora en Filología Inglesa (Universidad de Cádiz).
Manhattan
es una película ambiciosa y eminentemente intelectual. Su mágico comienzo ha
inmortalizado la película; en él deslumbra la panorámica belleza de una serie
fotográfica de Manhattan, con espléndidos planos en definidos negros y
vaporosos blancos, acompañados por la marcha de la apoteósica Rhapsody in Blue de Gershwin. La música
combina el clasicismo de las grandes orquestas con la modernidad del jazz y nos
alerta de los contrastes y vaivenes que nos mecerán en el argumento del
inseguro escritor que, a través de una voz en off, titubea y repite en alto los
versos que darán lugar a su novela.
La película puede
ser considerada una de las cumbres del versátil director neoyorquino y muestra
su alborotado universo, aunque en films posteriores aparecen novedosos
elementos como la prestidigitación y otros decorados urbanísticos —Londres,
París, Barcelona, Roma, San Francisco—, desde los que sabe también trasladar
sus inquietudes artísticas. El protagonista de Manhattan, Isaac Davis (Woody
Allen), se perfila por su exacerbada angustia existencial y se empeña en ser un
neurótico incurable, un poco enclenque e inseguro que se busca en las mujeres
hermosas que deambulan por las calles de su amada Nueva York. En una de sus
crisis, pone su vida patas arriba; abandona su tedioso trabajo de guionista de
series televisivas, comienza a vagar por las calles de Nueva York siguiendo a
su ex-esposa (Meryl Streep) —tratando de
convencerla de que desista de su idea de publicar un libro sobre sus
intimidades—, mientras mantiene una relación con Tracy
(Mariel Hemingway), una menor un tanto insulsa, que paradójicamente resulta ser
portavoz de las opiniones más maduras y coherentes del relato.
Woody Allen (el
guionista) acierta con sus divertidos monólogos en los que el protagonista
parece analizarse desde el diván freudiano. En una ocasión, elabora una lista
de razones por las que la vida merece ser vivida; entre ellas se encuentran
alusiones a su mundo artístico e intelectual: Groucho Marx, Marlon Brando y Frank Sinatra; a nivel cultural, se acuerda de la
pintura de Cézanne, el segundo movimiento de la Sinfonía Júpiter, la
grabación de Potatohead blues por Louis Armstrong, la novela La
educación sentimental de Flaubert y, por supuesto, de las películas suecas,
de las que siempre se ha declarado gran admirador. Al mismo tiempo, el
relato está salpicado de ingeniosos diálogos, repletos de alusiones filosóficas
y literarias propias de un gran intelectual. Muchos de ellos rezuman la
angustia existencial de un mundo por explorar del que nunca seremos dueños ni
podremos abarcar, un universo en el que nacemos deformes como el hombre
retratado en el cuadro de El grito de
Edvard Munch y muestran también la vulnerabilidad del ser humano, desamparado y condenado a cuestionar su existencia nihilista, más
aún tras el paso de Nietzsche. Además del paisaje neoyorquino que Allen sabe
retratar magistralmente, la película le hace un guiño al cine sueco de Ingmar
Bergman, muy evidente en su perspectiva vital, heredera del pensamiento de
Kierkegaard y Schopenhauer, pero también en la belleza de Mariel Hemingway, que
curiosamente es la nieta de Ernest Hemingway.
En este desmedido y
caótico estado se encuentra Isaac, sin empleo, filosofando y buscando
inspiración para su novela, cuando la amante de su mejor amigo, Yale (Diane
Keaton), se cruza en su camino. Ella es un magnífico ejemplo de femineidad
moderna, una mujer activa, muy inteligente y cultivada, con opiniones poco
convencionales —por ejemplo, que Heinrich Böll está sobrevalorado—. Muy a su
pesar, Isaac se enamora perdidamente de ella y comienzan una relación. Así
recorren juntos las calles y las noches de Manhattan, visitan museos y se
intercambian todo tipo de opiniones culturales. Isaac, que le reprocha ser
demasiado racional, le da una maravillosa lección: que las cosas importantes no
se piensan, se sienten. Ella aprende la lección y lo abandona para retomar la
relación con su mejor amigo, de quien sigue enamorada. Él sigue buscando el
amor sin darse cuenta de que ya lo ha encontrado, el de las calles por donde
deambula buscando su novela, que no es otra sino el guión de la película.
Góticos, Vampiros, Seres Fantásticos y una película que no
bastó. Cirque du freak: El aprendiz de
vampiro (Cirque
du Freak: The vampire’s assistant). Dirección: Paul Weitz. EEUU,
2009. Adaptación de la primera trilogía Cirque
du freak: El Tenebroso Cirque Du Freak, El Asistente De Vampiro y
Túneles de Sangre del escritor Darren Shan. Guión: Paul
Weitz y Brian Helgeland. Elenco: John C. Reilly, Chris Massoglia, Josh Hutcherson, Jessica Carlson, Michael Cerveris, Ray Stevenson, Patrick Fugit, Daniel Newman, Morgan Saylor, Don McManus, Colleen Camp,
Ken Watanabe, Salma Hayek, Orlando Jones, Frankie Faison, Willem Dafoe,
Kristen Schaal, Patrick Breen, Tom Woodruff Jr., Jane Krakowski, Drew Rin Varick. Por Rosa Herlinda Beltrán
Pedrín, Docente de la Facultad de Artes de la Universidad Autónoma de Baja
California.
Las historias fantásticas siempre han contado con un número relevante
de seguidores, ya que tienden a atrapar
a sus espectadores con la exposición de increíbles criaturas y sus
habilidades extraordinarias, entes que pueden llegar a poseer poderes mágicos o cualidades extraordinarias
de trasmutación, estas características sobrenaturales las poseen tanto los
héroes como los villanos en sus narrativas.
El género fantástico abarca desde las míticas hadas y unicornios,
hasta lo gótico donde la literaria puede estar plagada de vampiros, hombres
lobos, momias, fantasmas y espectros. La novela gótica es una de las corrientes
más antiguas de relato que se presenta en la historia de la literatura, en 1765
tenemos como evidencia el relato El Castillo de Otranto del escritor Horace
Walspone. Los vampiros y su mitología se presentan en 1817 con el cuento The
Vampyre de Pollidori y posteriormente reaparece en la gran novela Drácula de
Bram Stoker de 1897.
Una de las series literarias para adolescentes con este tema es Cirque
du Freak, serie de 12 libros que progresivamente nos cuenta las aventuras y
pesares de un joven (Darren) que por influencia del Destino termina siendo un
aprendiz de vampiro.
La serie literaria es apasionante, desarrolla tramas que van desde
momentos cómicos o de humor negro, hasta momentos desgarradores. El final de esta saga titulado Hijos
del Destino es de los mejores textos en este género, no así la adaptación
cinematográfica que carece del espíritu que el autor inyecta en sus libros.
Cirque du freak, Aprendiz de Vampiro o El
tenebroso Circo de los Extraños como se le
llamo en España es una película que contó con la desafortunada dirección y
adaptación de Paul Weitz; se queda corta en el desarrollo de personajes y de
atmósferas, la idea de retomar los tres primeros libros de la saga para la
realización de un film que dió como resultado un guión caótico carente de
empatía con el público.
Los Personajes
En la lectura Darren es un joven simpático y de sentimientos nobles,
por ello el Señor Creepsley no duda en convertirle en vampiro cuando una
situación mortal aparece en escena. En el film este personaje es interpretado
por Chris Massoglia, “el personaje que se
desarrolla en un cuento gótico tiene como característica ser dominado por sus
pasiones, es inteligente y enigmático, que ocasionalmente se castiga por la
culpa” (EcuRed, 2017).
Así Darren será víctima de las circunstancias y con forme su carácter se
va revelando en la historia, sus remordimientos también se afianzan y
refuerzan, teniendo que ser sagaz para
poder prevalecer ante lo maligno.
En la película el personaje de Darren no despierta simpatía con el
público, lejos de eso el actor Massoglia
se percibe como acartonado, con diálogos
huecos, efímeros para la trama. La culpa que siente por la acción de
teatralizar su muerte ante sus padres es algo que en la lectura está muy
presente, la frase en su mente de: “Que
hubiera sido si?”….libro a libro y hasta el final emerge. Ese estado del
personaje no se vislumbra ni un poquito en el actor que lo representa en
pantalla. Se siente plano, sin tridimensionalidad.
El Circo
“La acción gótica solía
producirse en localizaciones cerradas donde los lectores se podían sentir tan
perdidos y desorientados como los propios personajes” (EcuRed, 2017).
Las locaciones que están estéticamente apegadas al
estilo gótico son principalmente bosques sombríos, calles oscuras, casonas
vacías y en esta narrativa un circo
plagado de fenómenos. Los lugares en los que se efectúan sucesos de la trama se
convierten en otro personaje más que contribuye al suspenso. Agregamos al circo
estas criaturas fantásticas como la Mujer Barbuda, el joven réptil, entre otros
encontrando que en la literatura son protagonistas interesantes, puedes como
lector sentir su dolor, sus dudas, temores, la camarería, la familia que se
construye y la fuerza de sus lazos. En la película el papel de los seres fantásticos es ornamental, un
decorado más en la estética de la atmósfera, el director solo nos presenta su
aspecto, la vestimenta, sus rasgos físicos.
Los libros los recomiendo, la historia de Darren pudo
haber sido el inicio de una buena franquicia para el cine, pero estos tropiezos
en cuanto a las decisiones de la productora y el rumbo que tomó la dirección de
esta película terminaron de una forma
expedita con esta idea.
REFERENCIAS
La guerra vista por Kubrick. Nacido para matar (Full Metal Jacket).
Dirección: Stanley Kubrick (EEUU, 1987). Basada en la novela The
Short-Timers, de Gustave Hasford. Guión: Stanley Kubrick, Michael Herr y
Gustav Hasford. Elenco: Matthew Modine, Adam Baldwin, Vincent D'Onofrio, R. Lee
Ermey, Dorian Harewood, Arliss Howard, Kevyn Major Howard, Ed O'Ross. Escrito
por Erika Cortés: Docente y Realizadora de Cine.
A finales de los años ochenta, la guerra de Vietnam se había
convertido en un referente cultural de gran trascendencia. Fue entonces cuando
el director de cine Stanley Kubrick decidió filmar Full Metal Jacket,
adaptación de la novela The short-timers (1979) escrita por el
norteamericano Gustav Hasford, quien combatió y trabajó como corresponsal de
guerra en la Primera División de Marina en Vietnam. La historia, en parte
autobiográfica, revela detalles sobre las vivencias de un soldado que se
desempeña como corresponsal de guerra después de haber recibido entrenamiento
con el cuerpo de Marines. Cabe resaltar la participación de Hasford en la
escritura del guión junto con Kubrick, lo cual permitió mantener gran parte de
la esencia del relato.
La guerra de Vietnam considerada como la más sangrienta de la historia
después de la Segunda Guerra Mundial, tuvo una gran influencia en la industria
cinematográfica, la literatura y la música, entre otras manifestaciones
artísticas y culturales. Producciones como Platoon de Oliver Stone y Apocalypse
now de Francis Ford Coppola, se destacaron en la década de los ochenta,
tanto por su contenido sobre la guerra, como por su calidad técnica. Full
Metal Jacket no fue la excepción y junto a estas producciones ha sido
considerada como una de las mejores películas de todos los tiempos. Kubrick
consideraba que no todas las buenas historias se podrían convertir en buenas
películas pero en este caso él estaba convencido del valor que había en la obra
de Hasford.
La película se divide en dos partes. La primera es bastante similar al
libro, donde el soldado Joker narra su experiencia durante el entrenamiento de
los Marines, donde predomina un lenguaje propio del ámbito militar, dándole así
mayor realismo a las situaciones que se viven al interior de los
entrenamientos. En cuanto a la cámara, el travelling es el protagonista, sobre
todo cuando esta sigue al sargento instructor mientras se dirige a los soldados
inmóviles haciendo uso de la jerga militar. El espacio de los dormitorios, con
una iluminación controlada y uniforme, se convierte en un lugar de domino por
parte del instructor y es quien determina las acciones y los movimientos de los
soldados. Los cantos militares entonados por los soldados durante las marchas,
la alternancia de los travelling back acompañando al instructor y los planos
más cerrados en contrapicado en los que él se dirige a algunos de los soldados
se convierten en un tema principal en cuanto al ritmo. Toda esta rutina
presente en las escenas se ve alterada por la singular personalidad del soldado
Leonard, quien poco a poco va sufriendo una transformación y deshumanización de
su personaje, haciéndose cada vez más evidente en los zoom in que cierran el
plano sobre su rostro. Una luz azul filtrada en la oscuridad de los dormitorios
y la música incidental con sus sonidos graves crean el ambiente de fatalidad
que envuelve al soldado Leonard, quien decide asesinar al instructor y luego
suicidarse. Así finaliza la primera parte de la película.
La segunda parte de la película condensa el resto del texto y allí el
protagonista se centra en su experiencia en la ciudad de Hue, en Vietnam, donde
debe trabajar como corresponsal de guerra. Es aquí donde el soldado Joker
deberá confrontarse con la verdadera cara de la guerra. Aquí comienza a tomar
mayor importancia la música incidental: canciones que hacían referencia a la
guerra y fueron importantes durante de la década de los sesenta. La escena
inicial de la película, abre con primeros planos de los soldados mientras sus
cabezas son rasuradas y se escucha la primera de las canciones, una de las más
emblemáticas de la época de la guerra: Hello Vietnam de Johnny Wright.
Ahora los personajes están en el mundo real, están en Vietnam y todo es
diferente con respecto a la época del entrenamiento. La cámara tiene más
movimiento asemejándose un poco al estilo documental. Es una cámara que
acompaña a los personajes y que a su vez se vuelve parte del combate. Kubrick
busca mostrar la guerra vista desde el punto de vista del soldado Joker, quien
a su vez asume por momentos una posición crítica frente a la de sus compañeros
pero sin dejar de lado la obediencia y el cumplimiento de su deber.
Los aportes artísticos de Kubrick refuerzan aún más el sentido del
relato. La escena final de la película cierra con la voz en off del soldado
Joker hablando sobre la satisfacción que siente de haber salido con vida y de
fondo los soldados entonando la canción de Mickey Mouse. Frente a esto
Kubrick consideró pertinente emplearla para hacer referencia a esa parte de la
infancia que aún conservan los soldados a pesar de que se han convertido en
máquinas asesinas. Este fue un detalle que recibió algunas críticas y no fue
bien recibido pero aun así es contundente frente a la realidad de los jóvenes
combatientes.
Bibliografía
HASFORD, Gustav. Un chaleco de acero. Barcelona: Ed. Seix Barral,
1985.
*Entrevista publicada en Le Monde, Paris, France, el 20 de octubre de
1987. Texto tomado del Stanle
El huevo de la
serpiente. Animales fantásticos y dónde
encontrarlos. Dirección: David Yates. Reino Unido, 2016. Guión: J. K.
Rowling, basado en su libro homónimo. Elenco: Eddie Redmayne, Colin Farrell, Dan
Fogler, Alison Sudol, Katherine Waterson, Samantha Morton, Jon Voight, Ezra
Miller. Por Lucas Gagliardi (Universidad Pedagógica).
Un incidente propio de
la comedia de enredos da pie a Animales
fantásticos y dónde encontrarlos: la confusión en torno a una valija en
pleno Nueva York. Pero el detalle de esta, primera película con guión de J. K.
Rowling, es que esa valija contiene una serie de criaturas mágicas y que
pertenece a Newt Scamander (Eddie Redmayne), quien tendrá que recuperarla. El
no-mago que la tomó (Dan Fogler) terminará involucrado en el raid por
recapturar las criaturas que terminan soltándose por diferentes partes de la
ciudad. Para peor, no se trata de tiempos sencillos para la comunidad de magos
estadounidense: estamos en 1926 y la convivencia entre magos y no-magos parece
pender de un hilo a causa de los reportes sobre ataques terroristas de un mago
tenebroso en Europa y la posible presencia de una criatura que causa destrozos
en la Gran Manzana. Estos incidentes, que podrían exponer la existencia de los
brujos, preocupan a la líder de la comunidad (Carmen Eijogo) y son seguidos de
cerca por su jefe de seguridad (Colin Farrell), pero también por una mujer no
mágica que propone el regreso de los juicios de Salem (Samantha Morton).
Animales fantásticos… presenta un caso interesante de trasposición
cinematográfica. En este caso, no sólo el propio creador de la obra literaria
fuente confecciona el guión, sino que se trata de una trasposición
tipológicamente compleja de clasificar: el libro homónimo, publicado en 2001
era una enciclopedia en la cual Rowling adoptaba la voz y exposición de
Scamander, el magizoólogo creado por ella, para disertar acerca de las
criaturas fantásticas del mundo Harry
Potter. ¿Qué queda del texto informativo original al crear una película,
esencialmente narrativa? ¿Podemos decir que se trata de una “adaptación libre”?
Rowling, además, despliega una serie de operaciones que expanden su universo
literario creando una precuela para Harry
Potter y lo hace por medio del séptimo arte esta vez, de modo que tenemos
un cruce de lenguajes poco frecuente.
En esta oportunidad,
Rowling traslada la acción a un tiempo alejado de la cronología de la saga
anterior y mantiene escasas referencias a las mismas (por ahí se mencionan los
nombres de Albus Dumbledore y de Gellert Grindewald); a su vez, la película
refunde la información acerca de las criaturas que vertiera en la enciclopedia Animales fantásticos… con la nueva
historia que desembocaría en la génesis de dicho libro. La continuidad con la
saga precedente, ya a nivel cinematográfico, se mantiene por medio del lenguaje
visual escogido por el realizador David Yates, quien dirigiera las últimas
cuatro entregas de la serie Harry Potter:
una paleta cromática que juega entre la desaturación y los acentos cromáticos,
planos de extensión intermedia y un uso de los efectos visuales de modo
funcional a la trama. Por otro lado, en cuanto al desarrollo dramático la
película recupera el equilibrado tono de Harry
Potter y el prisionero de Azkabán (2004, Alfonso Cuarón), que en los
inicios de la franquicia oscilaba entre el humor y los detalles sombríos. Así,
tanto la vertiente lúdica del relato (la recuperación de los animales) como el
aspecto más sombrío (la persecución de los no-magos y los incidentes que
comienzan a poner en peligro la vida de los ciudadanos) obtienen una transición
bien elaborada.
El desplazamiento
temporal y geográfico incita a conocer un nuevo mundo y sus diferencias con la
sociedad mágica inglesa que ya hemos conocido. Este viaje opera desmitificando
la promesa de Estados Unidos como tierra de las nuevas oportunidades y la
libertad, ese mito tan difundido en Europa de principios de siglo XX. Animales fantásticos… funciona como un
negativo del sueño americano.
El recién llegado a
suelo estadounidense, Newt, se presenta como un protagonista alejado de los
habituales atributos heroicos (destreza física, carácter, agudeza) para
erigirse como un héroe que busca su fuerza en su capacidad para soñar, la
empatía y el esfuerzo. Newt expone el principal tema del filme: libertad y las
responsabilidades de su ejercicio. Cuidar de las criaturas implica para él el
deseo de librarlas cuando las condiciones estén dadas, cuando los otros magos
comprendan la necesidad de modificar las condiciones de vida. La libertad
también se muestra como tema en cuanto a la necesidad de pensar la convivencia:
el discurso del mago tenebroso Grindewald interpela la insistencia de la
comunidad mágica de permanecer a escondidas.
Como toda obra acerca de la libertad también es una obra película acerca
de la intolerancia: la de los que proponen una nueva inquisición –en la que
podemos presentir los ecos del macartismo de décadas posteriores a la que
escoge la película–, la de los magos que buscan implantar la superioridad
política a partir del argumento de la supuesta superioridad del linaje
sanguíneo; también, la libertad que atañe a la vida cotidiana por medio de
normativas estatales que prohíben un romance entre una bruja y un hombre sin
poderes. En estos gestos se encuentra el germen del desastre, que Rowling
acierta en situar en los años ‘20, donde el perfume de los años locos pronto
deja presentir las señales del totalitarismo que marcará la primera mitad del
siglo XX.
Peculiaridad convencional. El hogar de Miss Peregrine para niños
peculiares (Miss Peregrine's Home for
Peculiar Children). Dirección: Tim Burton. Basada en la novela homónima de
Ransom Riggs. EEUU, 2016. Guion: Jane Goldman. Elenco: Asa Butterfield, Eva Green,
Samuel L. Jackson, Terence
Stamp, Judi Dench, Ella Purnell, Allison Janney, Rupert Everett, Kim Dickens,
Chris O'Dowd, Finlay MacMillan,
Milo Parker, Cameron Greco, O-Lan Jones,
Justin Davies, Bomber Hurley-Smith,
George Vricos, Andrew
Fibkins, Bryson Powers, Jack
Fibkins, Hayden Keeler-Stone, Lauren McCrostie. Por Rebeca Cristina López
González: Dpto. de Traducción y Lingüística. Universidade de Vigo (Galicia –
España).
En el universo de Tim Burton lo siniestro
tiene un lugar privilegiado. Este director, afamado por su gusto por lo
tortuoso y lo lúgubre, siempre ha mostrado una gran fascinación por los
personajes de ojos grandes y ojeras profundas. Basta tan solo con echar un
vistazo a su filmografía: Pesadilla antes
de navidad (1993), Sleepy Hollow
(1999), La novia cadáver (2005), Sombras tenebrosas (2012), Big Eyes (2014).
Por eso, no es de extrañar que una historia
peculiar atrajese la atención de este narrador audiovisual. Ransom Riggs
escribe en 2011 una novela dirigida al público juvenil cuyo protagonista, un
joven de 16 años, Jacob, siente gran admiración por su abuelo, sus historias y
principalmente sus fotografías extrañas y antiguas. Estas fotografías son el
testigo de la existencia de una comunidad de niños y niñas diferentes que no
envejecen y que ostentan ciertas capacidades únicas. Un grupo protegido por
Miss Peregrine dentro del espacio y el tiempo que debe reiniciarse diariamente
para mantener la burbuja protectora en la que habitan.
Esta trama fantástica se mezcla con la
realidad de Jacob quien debe superar las extrañas circunstancias que rodean a
la muerte de su abuelo mediante tratamiento psicológico. El cumpleaños del
protagonista marca el inicio de la aventura en esta novela, puesto que Jacob
recibe un regalo póstumo de su abuelo. Se trata de un libro que contiene una
carta de Miss Peregrine, una mujer anciana fumadora de pipa. A raíz de esta
carta, Jacob viaja a Cairnholm para averiguar quién es Miss Peregrine, qué
relación tenía con el abuelo Abe y constatar si las fotos del abuelo eran tan
solo una sobreposición de imágenes, un juego, o algo más.
Sin querer desentrañar toda la trama para
los posibles lectores de la que ya es una trilogía a día de hoy (El hogar de Miss Peregrine para niños
peculiares (2011), La ciudad desolada
(2014) y La biblioteca de almas
(2015), parece de interés hacer una breve reflexión sobre la relación entre el
libro y la película estrenada el año pasado (2016).
Se dice, con frecuencia, que una imagen vale
más que mil palabras y la obra de Riggs, alabada por su originalidad tanto por
los críticos como por los lectores (sus 63 semanas en la lista de los más
vendidos del New York Times de libros
para niños lo corrobora), es un ejemplo de ello, puesto que se rinde al poder
de la mercadotecnia al incluir en su portada (de la edición de junio de 2016
(Planeta S.A.)) el cartel de la película. Se trata de un ejercicio que elimina
toda posibilidad de dar rienda suelta a la imaginación en cuanto a la
concepción que cada lector puede desarrollar de los personajes. Este proceder
desencadena una sucesión de incoherencias visuales. Como muestra de ello la
instantánea del perfil de Miss Peregrine incluida en el libro no tiene nada que
ver con el atractivo de la actriz Eva Green encargada de encarnar el papel de
la ymbrine. Algo semejante ocurre con los demás personajes a los que desde el
inicio mismo de la lectura se les pone cara y se muestra cada una de sus
peculiaridades anticipando el aspecto más fantástico, sorprendente e innovador
de la novela.
Preocupa mucho más, aunque esto se justifica
en el DVD de la película, la forzada relación amorosa, tal y como la crítica la
ha calificado, entre Jacob y Emma. Este personaje femenino tiene la
peculiaridad de dominar el fuego con sus manos en la novela, mientras que en la
película, Emma muestra una mayor fragilidad al hacerla levitar y al dotarle de
la capacidad de controlar el aire. Se ha optado por intercambiar las
capacidades de Olive y Emma en la película pero no se comprende la razón de
esta decisión. Este intercambio de personajes puede responder a una habitual
estrategia cinematográfica, más preocupada por la comercialización del filme
que por la fidelidad a la narración impresa.
En cuanto a Tim Burton, la prensa
especializada no ha perdonado al director su afán por recrearse en lo visual
dejando a un lado la historia, el argumento. La primera parte de la película se
corresponde con un ejercicio muy prometedor e intachable de adaptación fiel,
mientras que la segunda parte, no es más que un resumen apurado que se aleja en
demasía de la obra literaria. Tal y como Manzoli recuerda en 2003 (Cinema e letteratura, Ed. Bussole), en
el proceso de traducción, o como preferimos denominar transferencia
intersemiótica, el discurso directo se puede mantener parcial o totalmente,
pero la obra literaria nos ofrece un contenido que exige un trasvase al cine
que va más allá de los signos lingüísticos. La equivalencia se consigue
poniendo en práctica las tres isotopías
de Greimas. La isotopía temática se centra en la manera en la que el director
de cine plasma la temática de la obra en la gran pantalla. La libertad de interpretación
de cualquier obra de un director es incontestable pero opinamos que algunos
trazos de esta novela deberían haberse plasmado con más detalle en una película
que lleva el mismo título que la obra impresa. La isotopía figurativa consiste
en aquellos datos relacionados con la identidad de los personajes, sus
acciones, las coordenadas espaciales y temporales en las que se desarrolla la
narración. Aquí, puede apreciarse como Burton se toma ciertas libertades, bajo
la aprobación del autor de la novela, intercambiando personajes y el espacio en
el que transcurre la acción final. Por último, la isotopía patémica, útil para
describir el cambio experimentado por el personaje como persona en continuo
crecimiento emocional y psicológico, nos muestra una evolución rápida del
personaje de Jacob, seguramente condicionada por la restricción temporal
impuesta por los 122 minutos del filme y la ansiedad con la que el espectador
actual devora los finales cinematográficos.
De entre tanta decepción argumental por parte
de la crítica y los espectadores, parece que tan solo el autor del libro se
muestra satisfecho, cautivado, de nuevo, por la capacidad de Burton para
recrear en la gran pantalla los escenarios plasmados sobre el papel, un don
indiscutible que el director posee desde hace décadas.
Identidad y cuerpo. La piel que
habito. Dirección: Pedro Almodóvar. España, 2011. Basada en la novela Tarántula (Mygale) de Thierry
Jonquet (1984). Guion: Pedro Almodóvar con la colaboración de Agustín
Almodóvar. Elenco: Antonio Banderas, Elena Anaya, Marisa Paredes, Jan Cornet,
Roberto Álamo, Eduard Fernández, Blanca Suárez, Susi Sánchez, Bárbara Lennie.
Por Barbara Minesso: Dra. en Literatura española por la Universidad de Milán
(consorciada con Bolonia). Profesora de lengua y traducción española en la SSML
Carolina Albasio de Castellanza y profesora contratada de cultura española en
la Universidad de Milán.
El cine de Almodóvar, desde sus comienzos, tiene una dimensión muy
material, física y carnal. Los
protagonistas de sus primeras películas son cuerpos deseantes que se desplazan de forma laberíntica en una narración
cuyo elemento unificador es precisamente la tensión erótica. Esos cuerpos se
nos muestran a menudo en un estado de cambio o ya transformados en un constante
juego de deconstrucción y reconstrucción de los géneros y de los papeles
sexuales, que se confunden y superponen. Los muchos travestis y transexuales
presentes en su cine forman parte de ese juego y de una estética de la
teatralidad y de la representación que exalta el artificio, muy característica
de su imagery. Es memorable la Tina
de La Ley del deseo que interpreta
exasperándola una feminidad que no le pertenecía hasta la operación de cambio
de sexo o la Agrado de Todo sobre mi
madre que, montada en un escenario, exhibe orgullosa la autenticidad de su cuerpo completamente
remodelado y artificial.
A partir de las grandes obras de la madurez (Todo sobre mi madre, 1999 y Hable
con ella, 2002) Almodóvar parece tener una fascinación especial hacia las
prácticas quirúrgicas que posibilitan dichas transformaciones, que permiten a
desconocidos entrecruzar sus destinos gracias a los trasplantes de órganos y
deslizar la frontera entra la vida y la muerte.
De ahí que el quirófano y más en general la clínica se conviertan en los
lugares privilegiados de la acción juntos con el inmancable teatro: la Manuela
de Todo sobre mi madre trabaja en un
hospital, pero es a teatro donde pierde a su hijo y otra vez a teatro, gracias
al poder salvífico de la actuación y del desdoblamiento que conlleva, es donde
de alguna forma lo rencuentra y donde se salva del corazón de tinieblas de la
locura. Hable con ella se abre y se
cierra a teatro: en medio, una clínica y los amores, pasiones, traiciones que
se desatan alrededor de las dos protagonistas, las bellas durmientes que yacen
en coma.
Thierry Jonquet ofrece a Almodóvar una novela muy negra, violenta y
cruel, cuyo intertexto científico es importante, puesto que la medicina forma
parte de la formación y de la experiencia profesional de su autor. Tarántula (Mygale, 1984) es la historia de una terrible venganza: una chica,
después de ser violada, enloquece y es retirada en un psiquiátrico. Su padre,
cirujano sin escrúpulos, persigue a Vicente, el violador, lo secuestra y
paulatinamente, en un sinfín de tratamientos y operaciones lo transforma en una
mujer que esclaviza y obliga a prostituirse. De los muchos mitos que se prestan
para la lectura de esta historia el de Pigmalión y Galatea, parece la
referencia más inmediata, en consideración de la corriente de atracción y de
deseo que se establece entre el médico y su creación, tanto en la novela, como
en la transposición cinematográfica que Almodóvar consigue de una forma sobria
y austera. El médico interpretado por Antonio Banderas plasma a su creatura
(Elena Anaya) a imagen y semejanza de su difunta esposa (que se llamaba
Gal…¿Galatea?) y la bautiza con el nombre de Vera. Almodóvar se enfrenta a los
temas de la venganza y de la metamorfosis centrándose en la cuestión de la
identidad y de su invulnerabilidad: la nueva piel de la hermosa Vera no borra
la conciencia que Vicente tiene de sí mismo. En cambio, Jonquet se muestra más
interesado al monstruoso acto del demiurgo: el cirujano Lafargue impone a lo
largo de la novela una dinámica de dominación total hacia su víctima al punto
de suplantar por completo Vincent con Eve, en una plasmación que incluye el
refinamiento de su cultura y sus gustos artísticos, evitando únicamente ceder a
las provocaciones sexuales de su creación. Y Eve acabará renunciando a la
posibilidad de escapar y matar a su tirano, en un último gesto de sumisión y de
aceptación de su nuevo papel. Por otra parte Vera es una superviviente, espera
en su segunda piel actuando y disimulando - como hacen muchas de las
protagonistas almodovarianas - el momento para salvarse y lo encuentra
precisamente cuando el médico se deja seducir. Una vez más eros proyecta su sombra negra de muerte. El director manchego llama
a converger en esta película, como de costumbre en sus mayores logros, todas
las artes: la pintura es aquí un trasfondo importante, como lo es la música, la
costura y especialmente la escultura de la que la cirugía parece ser otra
vertiente. Es gracias al arte que Vera/Vicente se mantiene viva y se opone al
acecho de la locura y del hundimiento, es también adornando sus esculturas con
tejidos – como hacía con los maniquíes en la tienda de ropa de la madre – que
encuentra la forma de resistir, en un homenaje explícito, hasta en los créditos
finales, a la obra de Louise Bourgeois. La
piel que habito demuestra una vez más el interés de Almodóvar hacia el
cuerpo, esa carne trémula
constantemente solicitada y al mismo tiempo lugar misterioso, lugar de
encarnación del alma y del espíritu, una visión que aleja el director de
cualquier deriva materialista.
Aguas tranquilas de
suelos profundos. La idea de un lago.
Dirección: Milagros Mumenthaler. Coproducción Argentina-Suiza, 2016. Basada en
el texto Pozo de aire de Guadalupe
Gaona. Guion: Milagros Mumenthaler. Elenco: Carla Crespo, Rosario Bléfari,
Malena Moiron, Juan Barberini, Juan Greppi, Joquín Pok. Por María José Punte:
profesora de Literatura Argentina y del Seminario de Análisis del Discurso en
la UCA, Argentina.
Texto de fronteras
porosas, La idea de un lago oscila
entre los géneros y arrastra al espectador en su movimiento zigzagueante. Tiene
algo de ficción autobiográfica, algo de documental, un poco de ensayo y otro
poco de poesía. La película se mueve siguiendo la mecánica del agua del lago,
de olas que se acercan y se alejan pero que nunca se asientan en la costa. En
principio, se puede decir que adapta con una notable fidelidad el libro de
Guadalupe Gaona, Pozo de aire (Bahía
Blanca: Vox Senda, 2009). No solo porque incorpora sus breves textos poéticos y
sus fotografías, sino porque logra trasponer a la imagen en movimiento una
serie de atmósferas cambiantes. Lo que desea la película es plasmar ciertos
afectos que van desde la nostalgia y la melancolía, a la reafirmación de una
subjetividad autónoma. En esa traducción, acierta en pensar acerca de los
mecanismos con los que funciona la memoria, sobre todo de aquellos que están
involucrados con la realización de un trabajo de duelo y la superación del
trauma.
Los textos poéticos
de Gaona que se insertan en una serie de fotografías, consisten en una
introducción en prosa y siete poemas. La introducción y los poemas son
recitados por la protagonista, Inés (Carla Crespo), mirando hacia la cámara en
un plano fijo con fondo de pared blanca, como si se tratara de la hoja del
papel. La voz adquiere un rostro. Ese mismo rostro, es el que parece
triplicarse a través de una temporalidad que se desgrana. No solo porque a lo
largo del relato vemos a la Inés adulta, que está embarazada, y a la Inés niña,
que pasa sus veranos en la casa del sur con la familia ampliada (tíos, abuela,
primos). Estas dos edades de Inés se superponen a la imagen de la madre joven,
cuando tiene más o menos la misma edad de la Inés adulta, en uno de esos
veranos en el sur. Todas comparten la misma melena de pelo oscuro y grueso,
enmarcándoles el rostro fino. Semejanzas físicas, que subrayan la continuidad
biológica, la de una cadena genética que se transmite junto con los hábitos, los
gestos, los gustos.
La cuestión de la
genética va a apuntar a algo más que un clásico conflicto de la relación entre
la madre y la hija, que aquí aparece tratado con sutileza. Involucra en esa
trama al padre. Esta línea argumental es la que aparece soslayada en el texto
de Gaona, que la película ficcionaliza y hace emerger de los intersticios, como
resultado del montaje textual-fotográfico. Porque el libro de Gaona también es
oscilante. Presente y pasado, el acá y el allá, se vinculan a partir de la dinámica
de la orilla, de lo que va y viene sobre algo que permanece. La historia que
emerge explícita en la película es la de la iniciativa de Inés de encontrar los
restos del padre, desaparecido durante el período del terrorismo de Estado (se
consigna la fecha: 21 de marzo del 77). Ante su inminente maternidad, la joven
decide acudir al Equipo Argentino de Antropología Forense, algo a lo que la
madre se venía resistiendo. Tiene que ver con su imposibilidad de concluir con
el duelo. Pero a Inés esta postura ya no le sirve para continuar con la propia
vida que sigue su curso. Este configura el rasgo “documental” más claro que se
introduce en la película. A eso se suma la historia de la escritura de un
libro, una puesta en abismo del libro de Gaona. Inés se encuentra en el proceso
de realizar este libro que para ella implica también la concreción de su
trabajo de memoria. La vemos hablando con el editor, discutiendo las fotos que
va a elegir, trabajándolas en su computadora. Y el libro sale a la luz, justo
después de una visita al médico para ver con su pareja, de la que está
separada, la ecografía de su bebé.
En definitiva, es la
ausencia del padre lo que los textos buscan llenar. La silueta del padre está
presente en dos imágenes. Un hombre joven de jeans y sombrero, apoyado en un auto Renault 4 verde. Ese mismo
hombre en traje de baño, sobre la orilla del lago, ayudando a bajar a una niña
pequeña que estrena los primeros pasos. La Inés niña de siete años y el auto
van a protagonizar una de las escenas más intensas, la de un baile en el lago.
El cine, en su capacidad de materializar la fantasía, ofrece una extraña
interpretación del género musical al ritmo de Neil Diamond, conmovedora y
risueña a la vez. Y que nos lleva a pensar en la infancia como un territorio al
que siempre se vuelve.
El padre desaparece.
“Pero esa foto queda”, nos dice el texto de Gaona. De ahí que tanto este
libro-álbum como la película de Mumenthaler se proponen como una reflexión
ensayística en torno de la imagen, de su capacidad para certificar el “eso ha
sido” del que hablaba Roland Barthes, ante los avances corrosivos del tiempo o
ante las violencias de la Historia. Sea como imágenes fijas, o con la
posibilidad del movimiento, este dispositivo no solo logra fijar, dejar
testimonio, congelar. También funciona para hacer retornar, aunque sea bajo la
forma del espectro. Todos estos planos de búsqueda se combinan y ofrecen una
constelación más compleja, en donde la imagen deja de ser una presencia
unívoca. Una simple foto permite abrir las temporalidades en dos direcciones,
hacia el pasado y hacia el futuro. El cine asume esa complejidad y se muestra
capaz, mediante la fantasía, de hacer convivir esas varias dimensiones,
desplegándolas como si fuera un libro troquelado.
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